Durante el invierno hay zonas comunes que parecen pasar a un segundo plano de atención. Sin embargo desatender los cuidados del jardín es un gran error, y existen labores y consejos de jardinería que a buen seguro nos resultan muy útiles.

En edificios con comunidades de vecinos, en un centro comercial o en nuestra propia vivienda, durante todo el año el buen estado de un jardín depende de los cuidados, las tareas de mantenimiento y las labores que se realizan en él.

El jardín esta integrado por seres vivos y aunque a veces no se tiene en cuenta los cuidados invernales son tan necesarios, o quizás más, que en cualquier otra época del año. Contar con un servicio profesional permite, a medio plazo, disfrutar de un espacio impecable y ahorrar dinero.

Tareas de invierno en el jardín

Es obvio que la climatología manda. Las bajas temperaturas, el hielo o la nieve, marcan la pauta para las tareas de invierno en el jardín siendo meteoros que nos obligan a esforzarnos más que en otras épocas del año si no queremos que el trabajo realizado haya sido en balde.

Las plantas requieren cuidados especiales en los meses de frío y el mantenimiento de jardines debe planearse y llevarse a cabo en base a las características y necesidades concretas de cada proyecto.

De hecho en la comunidad de Madrid existe una ley de protección y fomento del arbolado que habla del árbol urbano “a mitad de camino entre la naturaleza y la arquitectura”, estableciendo como imprescindible la fisonomía de los municipios a través de sus parques y jardines.

Durante los meses de frío baja el trabajo en el jardín, lo cual no significa que haya que abandonarlo. Es el periodo perfecto para realizar estas tareas:

– Labores de poda. Podar es siempre agresivo para árboles y plantas pero hacerlo en otoño / invierno es cuando menos perjudica, minimiza el riesgo de infecciones fúngicas y el “sangrado” de los vegetales es mucho menor.

– Agua de riego. Su cantidad y equilibrio es uno de los principales problemas para el mantenimiento de jardines en invierno. Un exceso de lluvia y especialmente el hielo obligan a reducir el aporte de agua para evitar congelaciones o que las raíces de las plantas lleguen a pudrirse por exceso de humedad.

– Cuidado del césped. Los administradores de fincas saben bien de lo que hablamos. El mantenimiento del césped en una comunidad de vecinos es esencial en la jardinería del edificio y el entorno. Una capa de abono otoñal de liberación lenta protege el césped del invierno. Dos buenos consejos: bajar la pauta de riego si no llueve (regando en las horas centrales del día) y segar lo menos posible manteniendo un corte alto en la hierba.

– Control de plagas. Las más habituales en las plantas de invierno son las producidas por hongos, en especial en aquellas zonas que poseen mayor humedad. Un buen consejo es airear y volver a regar en pequeñas cantidades. Así se evita el mildiu o el oidio.

En el caso de que en estaciones anteriores haya antecedentes de pulgones, cochinillas, moscas o arañas, utilizar aceites minerales de acción insecticida siempre es positivo ya que actúan sobre las larvas y huevos de los parásitos que, en invierno, están en fase de hibernación.

– Limpieza y herramientas. Hojas, ramas, detritus… el rastrillo como casi única herramienta de trabajo en esta época, pero las demás –sobre todo las mecánicas- necesitan una puesta a punto antes de la primavera. El invierno es ideal para afilar cuchillas, cambio de aceite, filtros, bujías, etc. Comprobar además desagües, alcantarillas y drenajes es imprescindible.

– Una huerta en el jardín. También el invierno permite cultivar verduras y hortalizas, pero de igual modo debemos protegerlas. Lechuga, cebolletas, nabos y acelgas son comunes, aunque en primavera y verano la tierra es más fructífera. El control de la humedad y el abono de la tierra en frío favorecen mejores momentos de recolección.

– Plantación. Para plantar rosales, árboles frutales o de hoja caduca el invierno es la mejor época. Sobre todo haciéndolo a raíz desnuda.

– Mulching. O acolchado. Una técnica para proteger el suelo -y con ello las raíces- de las poco deseadas heladas invernales. Se utilizan hojas, paja, hierbas, o cualquier resto de materia vegetal que ayude a amortiguar las bajas temperaturas.

 Abonar. En su cantidad recomendada, el abono es aconsejable aplicarlo a finales de invierno. El compost o materia orgánica que contiene facilitan la hidratación y aireación de las raíces de las plantas, activan su vida microbiológica y permiten aprovechar los nutrientes a favor de las plantas. Humus de lombriz, mantillo o el mismo estiércol son los mejores abonos.

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